"O alguien toma el toro por los cuernos y encuentra nuevas soluciones para este viejo problema o habrá que llamar a Johnny para que coja su fusil."
Nuestra sociedad parece haberse estancado en un punto sin retorno,
colapsada por una crisis inimaginable que empieza a retorcer los cimientos de
nuestra sociedad de bienestar y nuestro estado de derecho. Mensajes
contradictorios, soluciones contrapuestas, corrupción, descontento,
desestabilización, incertidumbre y miedo. Miedo a una situación para la que no
estamos preparados, miedo a un problema para el que no tenemos respuesta porque
las respuestas que se han dado en situaciones anteriores similares no sirven o
no deberían usarse.
Al igual que se hace caso omiso a los sismógrafos que avisan de los graves
riesgos que suponen las edificaciones y las zonas pobladas en las fallas
teutónicas, el mismo caso se hace a los economistas que advierten sobre los
riesgos que suponen ciertas intervenciones del Estado en el manejos de las
variables económicas. La última gran crisis económica de similares
características a la actual fue la sufrida en el año 1929 y que arrastró a
todas las grandes potencias mundiales al paro, al hambre y a la desesperación.
Todos conocemos el desenlace de aquella crisis: La Segunda Guerra Mundial
que produjo más de cien millones de muertes y la destrucción de Europa, parte
de África, Asía y Oceanía. Pero tras aquella gran hecatombe se produjo el
resurgimiento de la economía que ha conducido a sesenta y cinco años de vacas
gordas en toda la vertiente capitalista y a la prosperidad de la raza humana.
¿Pero cómo podemos solucionar la crisis actual sin una gran guerra o sin la
implantación de un sistema totalitario que esquilme la sociedad? Esa es la gran
pregunta que impregna las mentes de los gobernantes de todos los países
capitalistas ahora afectados por la crisis. Sólo en España existe un excedente
humano de diez millones de personas entre parados, jubilados y personas
dependientes. ¿Cómo recolocar este excedente humano cuando tenemos un país totalmente
construido con todas sus necesidades cubiertas y con limitadas posibilidades de
expansión y cómo afrontar al sustento por parte del Estado de estas clases
pasivas a su cargo?
El problema al que nos enfrentamos es grave y profundo y las soluciones que
se están tomando lejos de solucionarlo lo agravan.
Política de recortes: Al igual que una economía doméstica el Estado trata de
ajustar el gasto a sus ingresos disminuyendo su deuda con el fin de equilibrar
su economía; pero cuando el Estado se ha comprometido al mantenimiento de unos
servicios sociales por encima de sus posibilidades los recortes producen el
desamparo social y la mala gestión de los recursos se hace latente. Por otro
lado, esta política produce un enfriamiento de la economía, una pérdida de
puntos en el PIB e inevitablemente el
paro. Las únicas soluciones a esta situación son dos: la expansión o la
disminución de la población. Desgraciadamente ya no quedan territorios por
colonizar ni hacia donde expansionarse como ocurrió en épocas anteriores por lo
que no nos queda otra solución que la disminución de la población. En esta
línea el Gobierno opta:
1.- Expulsión de inmigrantes.
2.- Recortes en sanidad y dependencia.
3.- Potenciar la emigración.
Sin embargo, esta política que puede dar frutos a largo plazo no resolverá
el problema al corto lo que generará una mayor crispación social e
inestabilidad.
¿Cómo parar la crispación social? Las dos únicas maneras de hacer esto
hasta ahora han sido a través de generar una clase media acomodada o a través
de la represión policial y las purgas. Un endurecimiento de la legislación
penal y administrativa unido a conceder mayor poder a las fuerzas del orden son
las maneras de controlar a la turba enfurecida por un gobierno que destruye su
situación de bienestar y los conduce al desastre económico y humano. Pero la
escalada de violencia lleva al endurecimiento de las posturas y a la ruptura
del diálogo, a los extremismos e irremediablemente al enfrentamiento armado.
¿Cuál es la solución? Desgraciadamente, no la sé. Ni yo ni por lo visto
ninguno de los estadistas ni economistas que manejan los hilos del mundo y que
tratan de parar los golpes a golpe de Decreto y legislación de pasillo sin
tener claro a dónde nos conducen. Lo que si me gustaría es encontrar a alguien
que nos hable claro y que con honradez nos explique la situación tal y como es
y cuáles son los sacrificios necesarios para sacar el país adelante. O alguien
toma el toro por los cuernos y encuentra nuevas soluciones para este viejo
problema o habrá que llamar a Johnny para que coja su fusil.
La verdad es que espero que no haya que llamar a Johnny, pero coincido plenamente contigo.
ResponderEliminarVamos en general con un rumbo muy incierto y sobre todo muy poco constructivo.
Muy buen texto
Luis Roser
http://literaturaycomentarios.blogspot.com.es/
ResponderEliminarGracias Luis por tu comentario. También espero que no tengamos que llamar a Jhonny ni que tengamos que coger ningún fusil.
ResponderEliminarSi muere el estado de derecho creo que la solución ya la tienen
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